lunes, 12 de abril de 2021

4° Actividad 5to

 Bienvenidos a nuestra "Actividad de Aprendizaje 4 - 5to. Grado"

Antes de comenzar nuestra sesión te recomendamos lavarnos las manos constantemente, usar mascarillas, si sales mantener la distancia mínima de un metro y sobre todo quédate en casa para así evitar contagios y juntos vencer al coronavirus.

¿Qué aprenderé hoy?


¿Qué necesitaremos?

  • https://auladsi.net/iglesia-y-globalizacion-en-el-magisterio-de-juan-pablo-ii
  • https://servicioskoinonia.org/relat/287.htm
  • http://www.iglesia.cl/3761-doctrina-social-de-la-iglesia-y-globalizacion.htm
Globalización, globalidad y globalismo
Con el término globalización se hace referencia, generalmente, a la interdependencia de todas las sociedades del mundo, a la densa red de relaciones sociales, políticas, económicas y culturales que atraviesa las fronteras de todos los países del mundo, provocando un proceso de condicionamiento e interdependencia, en virtud del cual el mundo se configuraría como un único sistema social (1). Distingo también aquí los conceptos de globalidad y globalismo. Por globalidad entiendo la realidad de la humanidad globalizada. Con la palabra globalismo me refiero a la ideología o ideologías que se disputan la dirección que hay que dar a la globalización. Está claro que la globalidad, es decir la construcción de una auténtica comunidad humana mundial, debería ser el criterio orientador para una globalización justa, o sea para las dinámicas y políticas globalizantes, y para la crítica de las diversas ideologías globalistas.

La Iglesia y la globalización
La Iglesia no se interesa de la globalización para proponer un análisis propiamente sociológico o hipótesis de soluciones económicas o jurídicas. Ella lo hace para recordar que lo que se encuentra en juego es el bien esencial del hombre: la construcción de una verdadera comunidad mundial de hombres hermanos. La globalización es para la globalidad. En el significado plenamente humanístico y cristiano del concepto de globalidad está lo específico de la aportación del Magisterio de la Iglesia. Esto nos ayuda a contrarrestar o impedir el globalismo, que como afirmé antes es la ideología o ideologías que se disputan la dirección que hay que dar a la globalización. La interpretación errónea de la globalización pueden evitarse si al centro del análisis del fenómeno se pone al hombre. De la centralidad dada al hombre se deriva la tendencia a la inclusión universal, a la globalización de la responsabilidad y a la percepción de la complejidad. Ya que el hombre que la Iglesia defiende es el hombre concreto y no el abstracto de las ideologías, de la centralidad que le viene dada al hombre se derivan, en primer lugar, la atención a la concreta multiplicidad de las situaciones y a la consiguiente capacidad de evitar el reduccionismo ideológico en sus diversas formas.

LA MISIÓN SOCIAL DE LA IGLESIA

Cuidar de la viuda, del huérfano y del extranjero ha formado parte de la tradición judeo-cristiana desde el principio. La comunidad que llamamos Iglesia se responsabilizó del pobre y del marginado, como consecuencia directa del Reino de Dios predicado por Jesús, y entendió la salvación como algo que afecta no sólo a las "almas" individuales, sino a la transformación del orden social, político y económico, y del cósmico, hasta que "el león viva con el cordero... " (Is 11, 6-9). Predicar y dar testimonio de este Reino fue la misión de Jesús y es la misión social de la Iglesia.
Como consecuencia de esta forma de entenderse a sí misma, la Iglesia primitiva se interesó por el origen, la acumulación y la distribución de la riqueza. Los bienes materiales, creados por Dios, eran tenidos por buenos en sí mismos, pero su acumulación superflua y un apego excesivo a los mismos era malo. Entendieron que la intención de Dios era que la riqueza debía ser un bien común y, por tanto, debía ser compartida. La posesión privada de bienes era el resultado de la caída y, si algunos eran ricos, debía ser para que tuvieran cuidado de los demás. No se trataba de dar de lo sobrante, sino de quedarse sólo lo necesario, dando el resto a los que lo necesitaban.
El contraste con la actitud común dominante en el Imperio romano, con respecto a la riqueza y a la pobreza, fue considerable. En una sociedad jerárquicamente estructurada en torno a la riqueza, la pobreza era considerada algo vil, deshonroso y repugnante. Los romanos ricos despreciaban a los pobres y los consideraban prácticamente inmorales: no respetaban a los dioses, eran codiciosos, corruptos, mentirosos y la causa básica de todo desorden y rebelión social.
En una sociedad como ésta, la cristiandad aportó una ética social de la dignidad de la persona y una igualdad que trascendía el status social (no más judío o griego, esclavo o libre, hombre o mujer; Gal 3,28). Mi primera afirmación, por tanto, es que la Iglesia se entendió a sí misma desde el principio como una comunidad con una misión social.

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4TO GRADO - 2022

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